«El conocimiento otorga protección.» Ese es el lema oficial de la Escolomancia. Supongo que podríamos decir que es cierto... El problema es que aquí resulta muy difícil aprender, por lo que la protección de la que disponemos es más bien escasa.
Nuestro estimado colegio hace todo lo posible por devorar a sus alumnos, pero ahora que estoy en último curso y me he agenciado unos cuantos aliados, ha desarrollado de repente un antojo de lo más particular por mí. Incluso si consigo sobrevivir a las interminables oleadas de maleficaria con las que me obsequia entremedias de los agotadores proyectos para clase, no tengo ni idea de cómo mis aliados y yo vamos a salir vivos del salón de grados.
A no ser, por supuesto, que acepte de una vez mi profetizado destino y sucumba a la magia oscura y la destrucción. Desde luego, de esa forma saldría en un santiamén. Adentrándome en la senda del conocimiento, sin duda. Pero no pienso rendirme: ni a los mals ni al destino, y mucho menos a la Escolomancia. Saldré de este horrible lugar con mis amigos aunque sea lo último que haga.
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