19 de Marzo del 2022,
Querido Simón,
Hoy fue uno de esos días con demasiado trabajo, a veces me pregunto ¿Por que sigo en la hoteleria? pero luego recuerdo la satisfacción que me hace el haber contribuido en la estadía de un huésped, que se me despejan esas dudas.
Siempre me da una paz darme cuenta al final de la jornada todo lo que se hizo, como hoy, tuvimos inspección de protección civil, hotel lleno, limpieza de almacén, nómina y restaurante lleno.
Aunque fue un día pesado y todo el tiempo la gente se acercaba a mi con problemas o situaciones, valió la pena, por que todo se resolvió y no para mal , cabe destacar.
Quizás suene todo muy bonito, pero no siempre fue así, no siempre supe lo que se tenía que hacer.
Nunca he sido de esas personas que solo hace lo que se les dice, quizás la culpa de eso lo tiene mi padre, siempre nos enseñó a ver mas haya de las cosas, no solo te quedes con la indicación que se te encargo.
Mi mayor temor siempre ha sido equivocarme, incluso puede ser un defecto, por que en ciertas ocasiones hace que no tome decisiones y me mantenga en lo seguro solo por no equivocarme. Pero últimamente he aprendido a esconder ese miedo, a mantener callada la voz de Bruno, como nos enseñaron en la película de Luca de Disney.
En una ocasión un amigo de España se molesto mucho conmigo, trabajamos en una cocina con una estrella Michelin en Pamplona, el se encargaba de los pescados y yo era prácticamente el comodín, estaba en todas la áreas. Un día el Jefe de Cocina se dio cuenta que me llevaba muy bien con el de Postres y empezaba a tomarme en cuenta en el descanso del mismo, para que yo lo pudiera cubrir.
Yo no sabía nada de esa técnica y siempre les pedía ayuda a los demás encargados e incluso a mi Amigo. Otra cosa que hay que destacar, es que en esa cocina, yo era la única mujer junto con la Chef, la cual tenia un caracter muy fuerte y se la pasaba gritando, así que no era fácil de aprender de ella.
Llegó un punto en que mi Amigo se desespero conmigo, ya que de repente era difícil poderme apoyar cuando teníamos el Restaurante lleno. Así que hice lo que toda persona haría, comi helado..... Obviamente no.
Yo vivía en el Hotel donde el Restaurante se encontraba y los Domingos, siendo el único día que no abría, bajaba a la cocina y me ponía a practicar con el helado, haciendo miles de Quenelle's, no me salia y eso me desesperaba demasiado.
Un día en un servicio donde teníamos demasiada gente fue cuando me resigne a pedir ayuda y hacerlo yo misma, sabia que habia demasiado compromiso, digo no cualquier restaurante tiene una estrella Michelin. Mis primeras Quenelles eran feas y para nada perfectas, las meseras me miraban con cara de -Esto esta demasiado feo - pero no se atrevían a decirlo en voz alta, no se si era por respeto o por resignación ya que teníamos demasiada gente. Después del décimo postre se volvían cada vez más delicadas las Quenelles, llegue a ese punto donde no ponía nada de atención a mi alrededor y mi único objetivo era el helado.
Como el postre era lo último que salía, no me di cuenta que todos estaban viendo mi trabajo hasta que termine de sacar el último platillo. Estaba tan concentrada en que todo saliera bien, que al girarme y ver a todos con sus caras de asombro me sorprendió. Todos me felicitaron y mi Amigo me invitó unas merecidas cervezas.
Así que no siempre fue fácil saber que se tenía que hacer, a veces aprendía de la manera difícil y otras veces preguntando.
Luego te contare mas anécdotas, algunas incluso muy bobas o otras muy tristes.
Saludos.
Elvira Ramos.
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