Rofus.
Desde el momento en que la vi, supe que no podía dejarla ir. Durante una década me mantuve aislado, mi apariencia y actitud asustando a la gente, manteniéndolos alejados. Pero me había llegado a gustar eso, me había hecho más fuerte. Y entonces llegó a mi vida, una mujer que me desafió y no mostró ningún miedo. Debí haberla enviado lejos por su propio bien, pero fui demasiado egoísta para dejarla ir. La quería como mía aunque no la mereciera.
Britta.
Debí haber tenido miedo cuando dijo que era suya. Su corazón se había vuelto duro y frío, su aislamiento le hacía odiar el mundo. Pensó que la gente debía temerle por las cicatrices que llevaba, pero encontré belleza en ellas. Solo era el ama de llaves, pero no podía evitar lo que sentía por él. Tal vez era una bestia, un animal vicioso escondido bajo un cuerpo duro y poderoso. Quizá debí haber corrido, pero sabía que vendría por mí, que me encontraría. En el fondo, donde no podía mentir, quería que fuera mío. Y eso me asustó más que nada.
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