No se supone que el béisbol sea un juego de vida o muerte...
El verano en que Chase Stern entró en mi vida, yo tenía diecisiete años. La hija de una leyenda, los Yankees fueron mi familia, su estadio mi hogar, su refugio mi lugar de trabajo. Mi atención estaba en el juego. Chase... comenzó como una distracción. Una distracción con atractivo sexual recorría cada pulgada de su cuerpo de metro ochenta. Una distracción que jugaba como un dios y se divertía como un demonio.
Intenté alejarme. No pude.
Entonces, el equipo comenzó a perder.
Comenzaron a morir mujeres.
Y todo mi mundo se rompió.
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