Las cosas bonitas no están hechas para ser rotas.
Pero yo la rompí, y ahora los dos tenemos que pagar el precio.
Soy su pesadilla.
Soy su salvador.
Y ahora que tengo su firma en un contrato blindado, soy dueño de su cuerpo y alma.
No me recuerda.
Lo hará.
Es inevitable.
Porque por mucho que sé que necesito mantenerme alejado, por temor a desbloquear los recuerdos que su padre ayudó a enterrar - no puedo.
Es la manzana en el jardín, colgando en frente de mí, su núcleo tan tentador y dulce. Una voz susurró: Sólo. Una. Mordida.
Un mordisquito.
Una probadita.
Y caí.
Bienvenidos al mundo de la mafia rusa, donde la muerte, es tu único futuro.
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