Ya puedo imaginarme los titulares: “Alexander Westbrook Ahogando las Penas con Caridad”. No, gracias. No me interesa ser uno de esos frívolos actores de Hollywood que viven para la cámara y no tienen corazón.
Para mí, poder ayudar a los demás es la mejor parte de ser famoso y utilizar mi visita al hogar de acogida para hacer buena prensa empañaría la experiencia. Además, mi hermana no ha parado de insistir en que busque algo —o a alguien— que me ayude a distraerme después del fracaso de mi compromiso con quien fuera la coprotagonista de mi última película.
Aparece Summer Bennett, voluntaria en St Anne’s y ferviente creyente de los finales felices. Pasar el rato con ella es un alivio comparado con mi vida en Los Ángeles, siempre en la mira de los medios sensacionalistas.
La idea de pasar las próximas dos semanas a su lado es demasiado buena para rechazarla. Con una simple sonrisa logro que todo su cuerpo responda, y debo admitir que yo tampoco puedo resistirme.
El contrato con el estudio no me permite tener una relación hasta que se estrene mi próxima película. Pero no puedo mantener las manos quietas. Nuestros besos y conversaciones a escondidas han provocado un fuego que no podemos apagar. ¿Podré convertir este amor embriagador en algo para siempre?
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